Para finalizar la conferencia del martes pasado elegí este párrafo del libro de Eric Pearl, 'La reconexión'. Cada cual puede extraer las conclusiones oportunas sobre el éxito o resultado no deseado de actividades en nuestra vida, el efecto placebo, las maravillas de la mente, los nuevos caminos, el abandonar la tan a veces 'insegura' zona de confort para redescubrirse y aprender más de uno mismo. ¿Quién decide como 'deben' ser hechas las cosas en tu vida?
‘Se nos ha instado a que tomemos el control y dirijamos nuestras propias vidas. Una vez que hemos determinado las formas en las que sentimos que las “cosas” deben ser hechas, la idea de cambiar repentinamente nuestros métodos puede asustarnos. He aquí un ejemplo.
Mi abuela, Annie Smith, tenía una cafetería en un barrio predominantemente católico. En aquella época, los católicos no podían comer carne los viernes, así que cada viernes, ella preparaba lo que llegó a ser su famoso pastel de pescado: puré de patatas, cebollas, sal, pimienta, especias y bacalao, todo ello empanado y frito a la perfección.
Siempre había cola fuera de la cafetería esperando el pastel de pescado, pero la noche de ese mismo viernes, la cola daba la vuelta a la manzana. Durante todo el día, cuánta más gente entraba, más larga parecía la cola.
“Oye, Annie, éstos son los mejores pasteles de pescado que has hecho nunca”, decían entusiasmados. Sus provisiones menguaban, y Annie vendió todo y cerró el restaurante por la noche. Mi abuela, que medía 1,40m y era una dinamo de alto rendimiento, entró en la cocina para hacer la limpieza final. Mientras que colocaba las cosas, abrió la nevera y se quedó sorprendida al ver que un enorme recipiente de pescado limpio y sin espinas que había preparado cuidadosamente para los pasteles aún estaba allí. Mi abuela había olvidado añadir el pescado. Estaba horrorizada. Había estado sirviendo a toda esa gente nada frito con puré de patatas, cebollas y especias. ¿Cómo podía ser que hubiera recibido tales elogios un pastel de pescado que no llevaba pescado? Todo lo que tenían de pescado era el aroma que salía del mostrador y algún posible residuo de las cazuelas. Lo que había vendido, en parte, era la esencia del pastel de pescado. Annie nunca se lo contó a nadie, y el siguiente viernes, volvió a añadir el bacalao. ¿Podrían los pasteles de pescado sin pescado, que había vendido como sus pasteles de pescado normales, haber llegado a ser la nueva exquisitez de la ciudad? Nunca lo sabremos. Esta historia es un ejemplo de cómo se le puede mostrar a alguien algo diferente, o darle una oportunidad para salir de su zona habitual, y con bastante frecuencia, elige quedarse allí o regresar a lo que conocía, como en este caso.
A veces se nos muestras nuevos caminos. A veces tenemos el valor de seguirlos’